¿Dejar de “Pecar” o dejar de “Juzgar”?

En el camino hacia la alta consciencia, a menudo se nos presenta una falsa dicotomía: ¿debemos esforzarnos por ser perfectos, sin “pecar”, o debemos aprender a aceptar a los demás y a nosotros mismos, sin “juzgar”? Muchos sistemas de creencias nos han enseñado que la meta es la pureza, el control absoluto sobre nuestros actos. Sin embargo, la verdadera sabiduría no reside en la ausencia de errores, sino en la ausencia de juicio.

El “pecado” en su esencia más profunda no es una transgresión a una norma externa, sino una separación interna de nuestra propia esencia. Cuando actuamos desde el miedo, la rabia o la inseguridad, nos alejamos de nuestra naturaleza más elevada. Y esto es algo que ocurre constantemente, porque somos seres humanos, llenos de miedos y heridas. Si dedicamos toda nuestra energía a no cometer errores, terminamos viviendo en una prisión de culpa y vergüenza.

El “juicio”, por otro lado, es un mecanismo del ego que nos protege y nos da una falsa sensación de superioridad. Cuando juzgamos a alguien, lo que en realidad estamos haciendo es poner una barrera entre esa persona y nosotros. Estamos diciendo: “Yo soy diferente, yo soy mejor”. Y ese juicio no solo se lo aplicamos a los demás, sino también a nosotros mismos. Nos volvemos nuestros propios jueces, condenándonos por cada error o por cada pensamiento que consideramos “imperfecto”.

La alta consciencia nos invita a soltar este juego. Nos invita a dejar de juzgar, en primer lugar. Esto no significa que de repente todo nos parezca bien. Significa que entendemos que cada persona, incluyéndonos a nosotros mismos, está haciendo lo mejor que puede con el nivel de consciencia que tiene en ese momento. Cuando dejamos de juzgar, liberamos una enorme cantidad de energía que antes dedicábamos a la culpa y la crítica.

Y es en este espacio de no-juicio donde ocurre la verdadera transformación. Cuando te aceptas tal como eres, con tus luces y tus sombras, es mucho más fácil sanar. Te das permiso para cometer errores, aprender de ellos y seguir adelante, sin la pesada carga de la perfección. Dejar de juzgar es, en realidad, el primer paso para dejar de pecar contra tu propia alma. Es el acto más compasivo que puedes tener contigo mismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *